No está siendo una época sencilla para la nueva generación de tenistas jóvenes. El proceso de relevo generacional, que más tarde o más temprano tiene que suceder, se está retrasando de manera prolongada durante los últimos años.
Muchos son los tenistas jóvenes que realizan un gran partido en determinado torneo, que les inyecta un subidón mediático más que considerable. Pero todo queda ahí, en un destello en un momento muy concreto. Cuando los Federer, Nadal, Djokovic y compañía superan la treintena, la camada de jóvenes talentos no logran el golpe de autoridad necesario para derrocarlos. Tan sólo Zverev ha dado el nivel que se le presupone a un tenista de su calidad. Pero dentro de esta espiral de cierta desilusión no se localiza al joven griego Tsitsipas.
Stefanos, que recientemente ha celebrado sus 20 años de edad, parece hecho de otra pasta. Campeón de la edición junior de Wimbledon en 2016, comenzó el presente año sin ser uno de los jóvenes candidatos más destacados del circuito. Bien sea por su juventud o por no haber realizado un gran papel en ningún torneo ATP de renombre, el desconocimiento mediático sobre este jugador era considerable.
Comandado por un estilo de juego agresivo y bastante fluido, y armado con un habilidoso revés a una mano y una complexión atlética, el griego inició 2018 de manera más que contundente, a pesar de que se seguía sin hablar demasiado de él.

Un gran inicio de campaña
A la vez que realizaba un torneo en Doha más que decente, perdiendo ante Dominic Thiem en cuartos de final, las portadas de la Next Gen seguían siendo protagonizadas por los Zverev, Shapovalov, Rublev, Chung y Fritz.
No obstante, Stefanos continuaba realizando torneos más que decentes en el primer cuarto de temporada, siendo derrotado en más ocasiones por tenistas como Thiem y Goffin.
A pesar de ello, como con cada joven deportista que destaca, el necesario punto de inflexión apareció en Barcelona. Ante la sorpresa de todos los entendidos de tenis, fue capaz de derrotar a Schwartzman, Albert Ramos, Dominic Thiem y Pablo Carreño para alcanzar la final del trofeo Conde de Godó. Por entonces, pocos conocían a Stefanos, pero se disponía a jugar una final ante Rafael Nadal en el mítico Godó. Como era previsible, el griego perdió la final por 6-2 y 6-1, pero dejó su impronta y su candidatura para ser uno de los relevos del circuito.
Los siguientes meses, pese a no realizar grandes encuentros, fue capaz de desplegar un nivel de tenis más que decente. Incluso en Roland Garros, donde perdió en un vibrante partido ante el que más tarde sería el subcampeón Dominic Thiem.

El Masters 1000 de Toronto, el punto de inflexión
Pero sería, esta vez en el Masters 1000 de Toronto, donde Stefanos dejaría de nuevo su sello y seña de identidad, alcanzando la final y dejando por el camino a un recuperado Djokovic, Dominic Thiem, Alexander Zverev y Kevin Anderson. Y sería de nuevo ante Rafael Nadal, cuando el griego claudicaría de nuevo ante el español, pero mostrando que su juventud no distorsiona su carácter competitivo ni su brillantez sobre la cancha.
Aunque la reciente derrota en Cincinnati se deba con total seguridad al desgaste físico de la última semana, todos esperamos que este segundo punto de inflexión para Tsitsipas sea el que le despegue definitivamente a lograr títulos importantes.
Mientras la mayoría de jóvenes realizan partidos destacables, Stefanos lo logra durante todo un torneo. La mayor virtud del griego no está en su inmenso talento, sino en el control sobre él.