El tenista parisino Jean René Lacoste, ganador de 7 torneos del Grand Slam en la categoría de individuales, fue conocido como «el cocodrilo» en la exitosa generación de tenistas franceses de los años 1920 conocida como “Los Mosqueteros” (nombre que lleva la copa del Roland Garros).
En 1933, tomó la idea de la vestimenta de un jugador de polo llamado Lord Cholmondeley y la trajo al mundo del tenis introduciendo la “Polo Lacoste”: una camisa blanca, bordada con un cocodrilo, con cuello abotonado y mangas cortas.
“Sin elegancia, jugar y ganar no son suficiente”, declaró Lacoste, que logró mantener la sofisticación del juego, pero al mismo tiempo le permitió a los jugadores de la época una gran libertad de movimiento que no tenían, al usar camisas de manga larga, las cuales solían arremangarse para poder jugar. Esta revolución en el tenis dio nacimiento al nuevo concepto de elegancia funcional.
Los primeros atuendos
A finales del siglo XIX, los hombres jugaban en pantalones y camisas de franela de larga duración, a veces cubiertas con un suéter con cuello en V. Las mujeres llevaban vestidos hasta los tobillos con las mangas de larga duración. Ambas vestimentas completamente blancas, ya que para la época la clase privilegiada lo acogió como el color que los diferenciaba del resto de la población y también porque se disimulaba de mejor manera las marcas de sudor que surgían en el cuerpo al jugar tenis. Hasta la actualidad, Wimbledon ha sido el único torneo dónde los colores no han podido entrar y el uso del blanco en todas las prendas de los jugadores es obligatorio.
En los años 1930, los jugadores masculinos comenzaron a utilizar pantalones más cortos, en cambio las mujeres acortaron el largo de las faldas y enrollaron las mangas. Suzanne Lenglen, otra leyenda francesa del tenis, sorprendió a todos en Wimbledon al llevar un vestido en el que exponía sus antebrazos y piernas.
Las mujeres
En el tenis femenino, la moda volvió a incursionar de la mano de la máxima campeona de Grand Slams de la historia, Margaret Court. La australiana no solo fue tendencia por sus victorias, sino que también por sus pantalones falda, los cuales les permitían una gran agilidad en la pista. Billie Jean King y Chris Evert fueron las encargadas de seguir sus pasos, pero adquiriendo color en sus vestimentas. En la década del ´80, Mónica Seles, Martina Hingis o Arantxa Sánchez-Vicario fueron las principales exponentes de rayas, flores y curvas, en sus indumentarias. Debido a eso, las principales marcas de ropa en el tenis comenzaron a diseñar no solo prendas cómodas, sino también que destaquen en las grandes estrellas y sean un atractivo a la hora de comprar para los seguidores.
Los hombres
El cambio en el tenis masculino comenzó en los ´70, cuando empezaron a aparecer los shorts diminutos, muy populares en ese momento en deportes como el básquet o el fútbol. Una década después, acompañando la moda femenina, los colores inundaron la ropa de los varones, siendo André Agassi, su principal modelo. Más cercano a la actualidad, Rafael Nadal en sus inicios, daba mucho hablar con sus musculosas y bermudas que llegaban hasta las rodillas.
La ropa en el tenis comenzó siendo un elemento para la clase aristocrática de diferenciarse de las clases más bajas. Con el correr de las décadas, ese sentido cambió: al principio se buscó darle más comodidad a los jugadores pero sin romper el estricto molde. Luego, rompiendo con la tradicional estructura, la ropa tomo un aspecto más comercial, en el cual las principales figuras son los vendedores, ya que realizan más de seis cambios por temporada y son los rostros de grandes campañas publicitarias.