Necesitado de puntos y confianza, el serbio acudió en 2017 al torneo de Eastbourne (Inglaterra) como invitado de última hora para apuntalar sus sensaciones de cara al tercer Grand Slam de la temporada, Wimbledon.
La semana transcurrió de forma plácida para el, por entonces, número dos del mundo, que se coronó en la hierba del Nature Valley International sin ceder ni un sólo set. Sería su último título ATP antes de sufrir una seria lesión en el codo que le obligó a darse de baja el resto del año.
Pocas veces se ha visto a Novak Djokovic jugando más de un torneo en la gira de hierba. A diferencia de Federer, Murray o Nadal, el serbio no tenía por costumbre disputar alguno de los eventos previos a Wimbledon, algo que sí hizo en 2017. Las razones eran evidentes. El, por aquel momento número dos del mundo, ya no era esa máquina casi perfecta capaz de ganarlo todo. Una muestra de ello fue la manera en la que abandonó el torneo previo a Eastbourne, Roland Garros, derrotado de forma contundente (rosco incluido en el tercer set) por Dominic Thiem en los cuartos de final y dejando patente que su carácter competitivo había desaparecido por completo.
Una semana plácida
En esas, el balcánico optó por pedir una invitación para disputar el torneo de Eastbourne, sobre hierba, para tratar de recuperar sensaciones y, sobre todo, volver a experimentar la sensación de volver a ganar un título ATP, aunque fuese un 250. Y, lo cierto, es que lo consiguió con creces. Debido a la categoría del torneo, la más pequeña dentro del circuito ATP, y al inminente inicio de Wimbledon la semana próxima, sólo había un hombre dentro del top10 presente en el cuadro: él mismo. El segundo cabeza de serie era el francés Gael Monfils, número 16 del mundo en aquel momento.
Como primer cabeza de serie, Djokovic disfrutó de un ‘bye’ en primera ronda, iniciando su andadura en el torneo en la segunda ante el canadiense Vasek Pospisil, al que doblegó sin aparentes problemas por 6-3 y 6-4. En cuartos de final lo esperaba el estadounidense Donald Young, que fue el jugador que más problemas le dio aquella semana. El primer set resultó sencillo para Djokovic, que se lo llevó por 6-2, pero en la segunda manga su rival aguantó el tipo y dispuso de alguna que otra opción para forzar el tercer set. Finalmente, el serbio apuró hasta el tiebreak (11-9) para finiquitar el encuentro.
Las rondas finales
Ya en semifinales, el torneo iba a asistir al primer enfrentamiento ATP, ya se habían visto las caras en Copa Davis, entre Novak Djokovic y un joven Daniil Medvedev. Al ruso, ahora ya instalado en la élite del circuito, le vino todavía muy grande aquel examen y no pudo hacer nada para impedir el pase a la final del serbio, que lo logró por un doble 6-4. En el partido por el título, la mejor final posible, con los dos primeros favoritos, Djokovic y Monfils, frente a frente. El encuentro no tuvo mucha historia. Tal como había hecho durante toda la semana, ‘Nole‘ exhibió una evidente superioridad y su triunfo (6-3 y 6-4) no corrió peligro en ningún momento.
El último título antes del inicio de la pesadilla
El plan del serbio había salido a las mil maravillas. Nuevamente campeón (título número 68) y con puntos y confianza que eran absolutamente necesarios. Ahora, sólo faltaba refrendarlo en Wimbledon, donde ya había ganado en tres ocasiones y tenía una gran oportunidad de sumar una ingente cantidad de puntos, dado que el año anterior había caído en la tercera ronda. Pero esta vez nada salió según lo planeado. Aquel torneo de Wimbledon dio paso al peor momento en la carrera del serbio. En su encuentro de cuartos de final y tras no haber podido descansar un día completo con respecto a su duelo de octavos, Djokovic se veía obligado a abandonar ante el checo Tomas Berdych tras agravarse las molestias en el codo que venía sufriendo desde hacía un par de temporadas.
Tras este abandono, el serbio optó por la prudencia y comunicó su baja para el resto de aquella temporada. Pasaron 13 meses para volver a verle levantando un título ATP que fue, nada más y nada menos, que su cuarto Wimbledon. Por fortuna, todos esos problemas físicos y de crisis de confianza quedaron atrás y, a día de hoy, Novak Djokovic sigue en dura pugna por ser el mejor tenista de todos los tiempos.