En el año 2003, una joven de Las Palmas de Gran Canaria daba sus primeros pasos como tenista profesional. Dieciocho temporadas más tarde, Carla Suárez Navarro se despide del tenis dejando una huella imborrable en sus colegas, en la afición y en el mundo deportivo en general. Una guerrera que ha sabido cautivarnos con su talento pero también con su perseverancia y decisión. En esta nota repasamos dos hechos de su historia: el título en Doha y su gira despedida.
Un momento especial
Hace un tiempo, la propia Carla -en diálogo con sus seguidores- declaraba que uno de los momentos más especiales de su carrera fue el torneo de Doha 2016. Llegó a aquel evento como octava preclasificada para medirse en el estreno con Donna Vekic. Luego de superar la fase inicial, se encontró con la undécima favorita, Timea Bacsinszky, a quien derrotó con un doble 6-2.
Resurgiendo, como siempre lo ha hecho, después de la temprana salida en Dubai durante la semana previa, la española paso a paso se acercaba a la ronda decisiva en el Qatar Open. Tras vencer a Elena Vesnina en los cuartos de final, se citaba con la tercera sembrada del certamen: Agnieszka Radwanska. Un encuentro que Suárez dominó con un tenis prolijo y calibrado, dejando sin respuestas a la jugadora oriunda de Cracovia. El apabullante código de la victoria (6-2; 6-0) afirmaría aún más la gran racha de la palmense.
En la final esperaba una joven tenista que, al año siguiente, se convertiría en la reina de Roland Garros. Jelena Ostapenko luchó e incluso le sacó un set -el único de la semana- pero nada podía frenar el impulso de Suárez Navarro. Unas horas antes, con el triunfo en semifinales, se había asegurado su mejor posición histórica como Nro. 6 dentro del ranking WTA. Dando vuelta el marcador, la española conquistaba frente a Ostapenko (1-6; 6-4; 6-4) uno de los títulos más especiales de su carrera.
El regreso más esperado
En diciembre de 2019, la múltiple cuartofinalista de Grand Slam había anunciado que la próxima temporada sería la última que disputaría como profesional. Sin embargo, como sucede a menudo en la vida, las cosas no salieron tal como fueron planeadas. La pandemia obligó a frenar la actividad en el circuito y, meses más tarde, Carla le contaba al mundo sobre su batalla contra un linfoma de Hodgkin.
Tiempo después, Suaréz Navarro compartía la gran noticia en las redes sociales: “Otro paso adelante. Hoy terminé mi tratamiento y superé el linfoma de Hodgkin”. Junto al emotivo anuncio, llegaba una nueva etapa: volver a la gira para escribir el último capítulo de su historia como jugadora de élite.
¿Qué podíamos ver en el regreso de Carla? Su ADN tenístico, lo que siempre se encargó de desplegar: una garra indiscutida, el respeto absoluto por sus rivales y el amor de un público que supo deleitarse en los grandes escenarios con su talento. Pasó Roland Garros -un poco más frío de lo que nos hubiese gustado debido al toque de queda en París-, llegó Wimbledon -torneo en el que luchó a la altura de la actual Nro. 1 del mundo y salió de la cancha con una ovación aplaudiéndola de pie-, y luego los Juegos Olímpicos -dónde consiguió sus primeras victorias desde el regreso-.
Comprenderán ustedes, estimados lectores, que resulta imposible describir en unas pocas líneas lo que significa Carla Suaréz Navarro para el tenis español, qué digo español, para el tenis en general. Lo que sí debe quedar claro aquí es que estamos presenciando la gira despedida de una grande, tan grande, que decidió batallar con la vida para adueñarse de su destino dentro de las pistas y decirle adiós -a su manera- al deporte que la vio crecer.