Tras el brillante regreso de Roger Federer y Rafael Nadal la pasada campaña, en la que ambos se repartieron los títulos más importantes, el presente año comenzaba como terminó el anterior. En anteriores artículos analizamos las clases del éxito de Roger Federer y Rafael Nadal.
Roger Federer levantaba el título en Australia de una forma más que contundente, sin dejar algún atisbo de duda sobre su nivel tenístico. Unos meses después, tras una inoportuna lesión en tierras australianas, Nadal regresaba al circuito para afrontar la temporada de tierra, en la que logró cuatro títulos de los cinco que disputó (entre ellos Roland Garros).
Todo hacía presagiar que la historía se iba a repetir una vez más. Con la vitola de favorito para la temporada sobre hierba, parecía que Federer se pasearía un año más sobre su superficie predilecta, y que la inercia del circuito seguiría siendo en favor del número 1 y 2 del mundo.
No obstante, había un jugador que llevaba un buen número de semanas avisando que estaba de vuelta. Pese a un inicio ciertamente dubitativo, Novak Djokovic acumulaba varios torneos jugando a un nivel más que aceptable. Aunque su nivel de tenis parecía cada vez más recuperado, el terreno mental seguía siendo asignatura pendiente para el serbio. El hecho de no alcanzar el nivel de agresividad y fuerza competitiva de antaño perjudicaba los resultados de Nole.
Pero, ¿Cual fue el cambio que precipitó su repentino éxito? ¿Cual fue el punto de inflexión definitivo?
La receta del éxito es subjetiva
Como en la mayoría de los casos de los deportistas de éxito, el click que permite pasar de las derrotas a las victorias no es un momento en concreto. La suma de muchos minutos sobre la pista, compitiendo cada bola y recuperando el nivel de confianza con los golpeos es lo que permiten, poco a poco, revertir las malas sensaciones y convertirlas en positivas.
Sin embargo, sería erróneo no mencionar uno de los cambios más importantes de Novak durante este 2018, como fue el regreso de Marian Vajda al equipo de trabajo del serbio. El casi inseparable entrenador eslovaco, que acompañó a Nole desde sus inicios en el circuito, regresaba para tratar de ayudarle a recuperar su mejor nivel. Cabe añadir que una de las condiciones de Vajda fue que el polémico Pepe Imaz, al que se culpó del declive de Djokovic, saliese del equipo de trabajo definitivamente.
De modo que, una vez recuperada la estabilidad dentro del propio equipo y acumulando meses de trabajo a lo largo del año, llegó uno de los partidos importantes del año para Nole. Fue ante Rafael Nadal en semifinales del Master 1000 de Roma, un duelo que no decepcionó a ningún aficionado al tenis debido al nivel de intercambios de ambos tenistas. Pese a perder el partido 6-7 y 3-6, ser capaz de competir contra el mallorquín en una superficie en la que se muestra prácticamente intratable fue un hecho importante para él.

Pero, sin ningún tipo de duda, la verdadera demostración de su nivel fue en Wimbledon. Y no escogió mal sitio para lucirse, en uno de los lugares más especiales para un tenista y donde ya acumulaba tres trofeos. Tras realizar varios partidos sin apenas fisuras, fue de nuevo una semifinal ante Nadal la que verificó que el serbio está de vuelta. En un partido titánico por parte de ambos, Nole logró la victoria en el último set por 10-8 en un partido en el que volvimos a ver al chacal sobre la pista. Salvando situaciones adversas sin encoger la mano, peleando cada punto como si fuera el último pero con la delicadeza y calidad que caracterizan sus golpeos. De nuevo, vencer la semifinal fue un punto de inflexión definitivo, pero trabajado meses atrás.
A estas alturas de la temporada, ya acumula título en Wimbledon y Cincinatti, y es uno de los principales favoritos para vencer en el US Open y candidato a número uno del mundo.
En el momento en que su ranking se diluía, cuando parecía desdibujado sobre la pista, se antojaba complicadísimo no dudar del regreso de Nole.
Y aunque vuelva a caer de nuevo hasta lo más hondo, cuando todos vuelvan a dudar de él, estará de nuevo en su mano recuperar su mejor nivel, porque así es como funcionan los grandes campeones.