Fernando Vicente (Benicarló, 1977) se sienta con Canal Tenis en exclusiva para poder charlar sobre lo que fue su carrera, sus comienzos como entrenador, y el presente junto a Andrey Rublev.
Fue ex Top 29, llegó a octavos de final en Roland Garros, pudo ganar un set sobre césped a Roger Federer el año que el helvético ganó su primer Wimbledon. Se arrepiente de momentos que podía haber cambiado, pero todo entra en su filosofía que ha trasladado a sus pupilos y que ahora lo hace con Andrey Rublev.
¿Cómo fueron tus inicios en el tenis?
Empecé a jugar a los 8 años, en Benicarló (Castellón). Tengo un hermano gemelo, y como mi padre jugaba al frontón, nosotros comenzábamos a darle a la bola en dos canchas que había al lado. Al cabo de un año, abrieron una escuela, y continuamos jugando allí. También jugábamos al fútbol. En el pueblo la verdad, nadie pensaba que el tenis pudiera ser mi trabajo y que pudiera ir bien en este deporte.
Has ganado tres títulos ATP durante tu carrera, y justamente todos los finalizaste en el Tie-Break. ¿Cómo eras capaz de gestionar estos momentos de tanta presión?
En el primero si estaba bastante nervioso, ya que piensas en una oportunidad que quizá no vuelve a ocurrir. Las tres finales fueron muy duras, y lo que pensaba era en seguir con la intensidad ya que había opciones en todo momento.
En 2003, jugaste contra Roger Federer en Halle. ¿Cómo recuerdas ese partido?
Él ya era muy bueno. En España no jugábamos mucho sobre la hierba, pero a mí personalmente, me gustaba poder jugar estos torneos. Gané el primer set, con él encontrándose bastante parado de piernas. Sin embargo, no estaba capacitado mentalmente para ganar el partido. Veía nervioso a mi entrenador, y en un momento le dije que se tranquilizara que acabaría perdiendo el partido. Disfruté pero fui bastante conformista.
El año 2000 en Roland Garros llegaste a cuarta ronda. ¿Qué rondaba por tu cabeza a la hora de estar al borde de la eliminación ante Mirnyi en primera ronda, para llegar a estar cerca de dar el pelotazo ante el No.4 del torneo, Kafelnikov?
Estaba muy nervioso, Mirnyi era un jugador de pista rápida, pero al ir dos sets a cero perdiendo, en ningún momento pensé que se me escapaba el partido. Estaba convencido de que lo iba a sacar. Físicamente estaba muy bien, y era una época que podía dar lo mejor de mí. Lo pude sacar, y como bien dices, pude llegar hasta octavos de final ante Kafelnikov. Salí bastante inconsciente muy seguro de que al jugar sobre tierra, iba a ganar el encuentro. Fue muy duro, siendo la única vez que salí llorando desde una cancha. Sacaba con 5-3 en el quinto, y a día de hoy es del partido que me acuerdo ya que fue una opción de poder acceder a cuartos de final en un Grand Slam.
Llegaste muy rápido al Top-50, aunque luego costó mantenerte. ¿Qué ocurrió?
No fue muy difícil llegar al Top-50, ya que fue en muy poco tiempo, pero después fue muy conformista. No supe elegir a la persona que me pudiera hacer mejor. En mi época no había tanta preparación en entrenadores. Dentro de mí, me quedé como que tuve algo más que dar. Después de la grave lesión que tuve, me fui para atrás. Por ejemplo, en nuestro tiempo, ir con una persona extranjera rara vez se hacía, pero ahora está claro que sí lo haría.
¿En qué momento decidiste comenzar tu andadura como entrenador?
Después de operarme del cartílago, tenía dolor durante todo el día, y era inviable poder jugar singles. Me arrepiento no haber decidido jugar en dobles a partir de los 31-32 años ya que podría haber sido viable. Entonces, se me acercó Marcel Granollers, y comencé a trabajar con él. También tenía pensado lo de montar la academia con Galo Blanco y Jairo Velasco. Junto a Marcel estuve cuatro años hasta que me di cuenta que debíamos de separarnos. Prácticamente fue 3 meses después de haber dejado el tenis de manera profesional.
Después de estar media vida viajando como jugador, cómo puedes compenetrar tu vida familiar con el trabajo de entrenador.
A día de hoy viajo 18 semanas. Cuando comencé con Marcel eran 25 semanas las que viajaba pero desde que hemos tenido a nuestro hijo he reducido los viajes. Es sin duda lo más complicado de nuestro trabajo pero solemos tener soluciones. A veces, también mi familia suele viajar con nosotros.
¿Cuál es tu filosofía del trabajo diario?
He ido cambiando mi forma de trabajo ya que con el tiempo he ido adquiriendo experiencia, conociendo más a mis jugadores. Ahora trabajo en una academia, cada niño es diferente, y en el ámbito de coach particular, como profesionales, he tenido a tres jugadores. Empecé con Marcel Granollers, después con Steven Diez, y ahora con Andrey Rublev además de haber trabajado con algunos jugadores de la federación canadiense. La filosofía sigue siendo la misma. Saber el jugador que tienes, las cosas que puedes mejorar, hacer un plan de trabajo a largo plazo y entender cómo es el jugador. Me gusta charlar con él, que me cuente los miedos que pueda tener y poder trabajarlo juntos.
¿Qué parte del éxito de un jugador corresponde al entrenador?
Con Marcel Granollers aprendí mi labor como entrenador. Nos conocíamos de antes ya que me había visto cuando jugaba como profesional. Con él fue muy sencillo ya que teníamos mucha confianza. Le quise hacer ver que tenía la capacidad para estar arriba, además de que el doble por ser una buena opción por la capacidad que tiene en la red. La verdad que me siento responsable de su evolución. El éxito, siempre se lo lleva el jugador, pero el saber con quién viajas, y a quien tienes al lado es un trabajo trascendente.
¿En qué momentos se unen vuestros caminos. Y desde entonces, cómo ha evolucionado el ruso?
En el torneo de Marrakech cumpliremos cuatro años juntos. Yo estaba en la Academia 4 Slam, llevaba cuatro meses en Barcelona, por agotamiento de estar tiempo viajando y necesitaba estar en casa con mi familia. Galo Blanco, justamente viajaba con Khachanov y era muy amigo de Andrey. En ese momento, él estaba bastante perdido, y Galo me propuso la oferta, y lo charlé con mi mujer. Después, le dije a Galo, que antes de empezar en el circuito quería conocerle y dos semanas antes de empezar, le tuvimos con nosotros en los entrenamientos. Comenzamos, sin que los resultados fueran bien cayendo en las previas de Marrakech y Barcelona, pero sentí química entre los dos, siendo un tenista con muchísimas ganas para trabajar. La evolución ha sido muy importante, llegó, pegando muy fuerte a la bola pero sin una idea clara. Ahora mismo, es otro jugador muy diferente al primer día que le vi jugar.
Rublev es un tenista joven pero ha tenido que sufrir muchas lesiones. Cómo lo ha sabido interpretar?
La primera fue en la espalda. Su cuerpo no estaba acostumbrado a las trompadas que él mismo le pega. Fue una lesión previsible ya que Andrey era bastante descordinado, y le faltaba leer mucho sobre la pista, por tanto forzaba muchísimo la espalda. La interpretación fue clara, había que seleccionar mejor los entrenamientos, cambiar la técnica e intentar utilizar más las piernas cuando le pega. La segunda lesión, sin embargo, fue que se rompió la mano en un golpe con la pared, y ahí la interpretación fue muy clara, le vino bien ya que vino un cambio. Ha sabido interpretar que la parte física hay que cuidarla.
El carácter frío ruso no va en el ADN de Rublev.
Él es muy caliente, sus padres suelen ser muy exigentes con ellos y se puede notar ese genio sobre la pista. Aun así, vamos intentando manejar estas situaciones mentales. Es relativo el carácter frío ruso ya que ha habido jugadores como Marat Safin que tenía una energía muy grande.
¿Cuáles son las virtudes y los defectos de Rublev dentro de la cancha?
Las virtudes están a la vista. Es un tenista que golpea muy fuerte por ambos lados, imprime una velocidad muy alta desde el fondo de pista. Ahora, ya tiene más idea en que direcciones utilizar, ya que hemos trabajado en la táctica. También tiene la virtud de que hay que trabajar todo y hay un margen muy grande. Puedo estar contento ya que hay un margen bien grande para trabajar con él.
¿Qué ha podido hacer bien Rusia con el tenis para que hayan salido tres jugadores de edades similares y que estén arriba en el ATP Tour. ¿Qué relación tienen entre ellos?
Han coincidido tres tenistas con una calidad sublime y lo mejor que han podido hacer es haber salido de Rusia. Han ido a sitios donde el ambiente de tenis es mejor por la meteorología, y donde también se trabaja mejor. En Rusia, las condiciones son difíciles. También han sabido juntarse con gente correcta, y si juntas talento, con personas idóneas, pues ocurre que estén jugando a este nivel tan alto. La relación entre ellos es genial, tienen sus egos, pero eso les ayuda en la ilusión de seguir trabajando para poder ser mejor. Aun así, la relación siempre es buena, juegan entre ellos muchas veces dobles juntos, y en cada torneo salimos a cenar.
¿Eres de los que está a favor del coaching, y por qué?
No tengo una idea clara. En Milán (Next Gen ATP Finals) lo probé con Andrey. Está bien poder entrar para intentar tranquilizar al jugador cuando esté en un momento tenso, pero también entiendo que es un deporte individual y tienen que saber cómo solventar sus problemas.
¿Qué sentiste al jugar dos veces ante España y estar en el banquillo ruso?
No lo tenía en mis planes. Ellos me llamaron para que pudiera estar con Andrey, pero no sentí nada especial que estuviera España delante. En el circuito nos conocemos todos, y el sentimiento es que en ese momento estás haciendo tu trabajo con al jugador que entrenas. Quería que Rublev ganara su partido, le ganó a Bautista, y luego fue España quién ganó, pero sinceramente no creo que estuviera haciendo algo malo, y creo que mis compañeros de trabajo tampoco lo piensen.