Este tipo de tenistas siempre ha estado presente en el circuito. Jugadores 100% genio y figura que fuera de la pista (o dentro de su cabeza, que suelen ser sinónimos) echan por tierra todo su talento y sus posibilidades de llegar a lo más alto del tenis.
Ernests Gulbis es un tipo particular, de eso no hay ninguna duda. No es la primera vez que atendemos a este tipo de personajes: talentosos por doquier, un alto nivel en la pista, cualidades inabarcables… Pero que por otro lado, sacan su lado más negativo donde abunda la irregularidad, los líos extradeportivos, etc.
Sale a la palestra este tema del tenista letón tras su gran semana en Wimbledon, donde alcanzó los octavos de final dejando en el camino a rivales como Kolar, Clarke, Dzumhur o Sasha Zverev. La superficie del torneo inglés siempre ha sido su favorita, esa hierba donde la bola corre y su saque se hace más poderoso y difícil de contrarrestar.
Imposible no querer a Gulbis. Personalmente, me gusta realizar una similitud: el letón es ese amigo típico que todos tenemos que lo mismo baja a por los hielos de la bebida que luego se pasa toda la noche sin ingerir nada. Mitad adorable, mitad odiable, lo que está fuera de cualquier duda es que vamos a disfrutar mucho con Gulbis (dentro de la pista) si continúa a este nivel en 2018.

¿Futuro incierto? Esa irregularidad e inconsistencia de Gulbis, genera en todos los amantes del tenis esa misma cuestión. ¿Será este el momento clave de la carrera del letón?
Mucha expectación por ver cómo afrontará el bueno de Ernests la gira sobre la pista hard, otra superficie que podría adaptarse a la perfección a sus cualidades y potenciar al máximo su saber estar en el fondo de pista y sus saques abierto que tantos puntos le generan