El pasado miércoles 11 de Julio nunca será un día más en la historia de Wimbledon, tras la derrota de Roger Federer en cinco sets ante Kevin Anderson.
La anomalía de ver a Federer relegado a la Pista 1 no distrajo lo mas mínimo el rendimiento del suizo al comienzo del partido. Logró cerrar la primera maga por 6-2 y la segunda por 7-6 ante un rival complicado como Anderson, especialmente en este tipo de superficie. Hasta el momento, la trayectoria de Federer en el torneo había sido impecable, siendo capaz de lucir una vez más ese tenis exquisito al que nos tiene acostumbrados.
El tercer set se caracterizó por una igualdad latente, pero nadie veía peligrar el acceso a semifinales del genio suizo, que llegó a gozar de una bola de partido con 5-4. Finalmente, el sudafricano lograría anotarse este set y el siguiente, enrareciendo un encuentro que parecía solventado con mucha anterioridad.
A pesar de la disposición algo errática de Federer y de verse en la tesitura de tener que pelear el partido en el quinto set, parecía imposible atisbar lo que iba a suceder. En el momento en que el partido comenzó a tomar ciertos tintes épicos, cuando el público londinense aguantaba la respiración a favor de la tensión acumulada, fue Anderson el que logró quebrar al suizo en el vigésimo tercer juego del set y sacar adelante su servicio para vencer finalmente 13-11.
La decepción latente podía únicamente compararse a la sorpresa de lo acontecido.
Sería tal vez algo arrogante tratar de especificar una o dos razones que tratasen de explicar lo ocurrido. Generalmente, cuando sucede algo de este calibre, suele ser más bien por un cúmulo de circunstancias.
A modo de desgranar un poco algunas de las causas que se me ocurren, la primera sin duda es la que resulta más fundamental. Roger Federer, rey absoluto sobre la hierba de Wimbledon, no tuvo un día demasiado inspirado. El nivel mostrado a lo largo del torneo no concuerda con su actuación ante Anderson. Cuando un deportista es tan superior a sus rivales, depende más de él que de los demás a la hora de alcanzar la victoria.

¿Por qué perdió Roger Federer?
Por otro lado y algo que resulta más que evidente, la actuación de Kevin Anderson. El sudafricano supo y quiso aprovechar los momentos de vulnerabilidad del tenista suizo para desplegar un tenis muy sólido, consistente con su servicio y más que solvente desde el fondo de la pista. El mérito de su victoria es gigantesco.
Por último y no menos importante, el ritmo de competición del suizo. A pesar de haberlo logrado ya en 2017, el hecho de competir en un Grand Slam tan exigente como Wimbledon sin haber jugado los últimos tres meses se antoja más que complicado. Como explican algunos tenistas, existen ciertos automatismos que se adquieren únicamente acumulando ritmo de competición. Aunque se trate de uno de los mejores del mundo, es importante ganar partidos y acumular minutos sobre una pista de tenis para el nivel de confianza y energía de golpeos y piernas.
Aunque resulta casi indescifrable cuando sucede una derrota así, son estas tres causas las que podrían haber afectado sobre el rendimiento del suizo, que volverá el año que viene a su torneo predilecto con el objetivo de recuperar su corona.