De los cuatro torneos de Grand Slam que existen, pareciera que Wimbledon es el que tiene el mayor pacto con la historia del tenis. Triunfar en el césped londinense no solamente hace que una carrera haya valido la pena, sino que asegura que el nombre del ganador quede grabado por siempre con letras de oro.
La mayor parte de este siglo, concretamente, los últimos 14 años, la historia del All England Club la escriben cuatro nombres: Roger Federer, Rafael Nadal, Novak Djokovic y Andy Murray. Desde el 2003, el `Big Four´ se ha adueñado por completo del tercer Major de la temporada, convirtiéndolo en una especie de club de leyendas al que casi nadie tiene acceso.
La actualidad del tenis pide a gritos un cambio generacional radical. Y no es porque esta generación dorada ya no tenga más que ofrecer, ni porque las leyendas vivientes debieran retirarse al Olimpo de una vez por todas. Inconscientemente, la creación de productos como la Next Gen ATP y la necesidad de destacar las posibles sorpresas, son parte de esa esperanza, la cual aguarda por nuevas caras.
No hay un escenario que se preste más para el nacimiento de la próxima leyenda seria del tenis, que Wimbledon. La hierba de Londres es caprichosa, no está al alcance de cualquiera. Números uno del mundo la han pisado y han salido con las manos vacías, porque no estaba en su destino salir victoriosos de esa tierra. Por ello, el césped de la capital inglesa marcará el verdadero final de esta generación y el inicio de la próxima.
Mientras Federer, Nadal, Djokovic o Murray sigan apropiándose de las rondas finales y los títulos, no hay nada que hacer. Su reinado seguirá prolongándose hasta que la hierba elija a sus próximos terratenientes. La posición más privilegiada es la del espectador, quien se limitará a atestiguar cómo se sigue escribiendo la historia del tenis en el torneo más importante de este deporte.
