Una obra de arte es lo más similar al partido que jugaron Rafael Nadal y Gilles Müller en cuarta ronda de Wimbledon. Casi cinco horas de encuentro, cinco parciales, cuatro bolas de partido salvadas, 28 juegos en el set definitivo, juegos trepidantes, emoción y tensión definen un partido que será recordado en la historia de este campeonato por el nivel de juego exhibido por ambos deportistas.
Si alguna vez me dieran a elegir como crear el partido perfecto que reuniría todos los condicionantes para captar nuevos aficionados a este deporte, sin duda sería lo más parecido al encuentro que pudimos ver en la jornada del lunes entre el español y el luxemburgués. Este encuentro juntó todas las características necesarias para dejar a los espectadores sin pestañear durante la mayoría de horas que duró. Eliminando la pequeña amargura por quedarnos sin representantes en el cuadro masculino, debemos estar más que agradecidos a ambos tenistas por el espectáculo que nos mostraron, los astros se aliaron para ver uno de los mejores partidos que recuerdo sobre la hierba.
Nadal era el favorito para avanzar hasta los cuartos de final, aunque en frente iba a tener a un especialista de la hierba. Lo más lógico era que el español acabará con la aventura de Müller, tras arrasar a sus rivales en los tres primeros encuentros. El luxemburgués iba a llevar la iniciativa con su servicio, para pasar la patata caliente a su rival, tal y como les gusta a este tipo de jugadores. De esta forma casi sin darse cuenta, en balear estaba a sólo un parcial de caer eliminado. Pero como todos ya sabemos Nadal, es un jugador de otra pasta, de los que nunca se rinde, que saca fuerzas de lugares ocultos para cumplir remontadas épicas.

Nadal rozó la remontada heroica
El número dos del mundo saltó con las mismas ganas que al empezar el partido, dispuesto a conseguir una remontada para guardar en los libros de Wimbledon. Las cosas iban bien para el español cuando consiguió una rotura que le concedió acercarse en el casillero para seguir con vida en Londres. La presión pasaba al lado de su rival, que empezaba a sufrir con sus servicios. Otro nuevo break en la cuarta manga, hacía a Nadal seguir creyendo en su victoria, mira a su grada, con su padre, su novia, cerró el puño con rabia y se marchó a sentarse para salir con la misma motivación en el set definitivo que iba a tener al público soñando en vida durante cerca de dos horas.
Un quinto set mágico
En el parcial definitivo, se llegó a rozar la magia, los nervios, la tensión, el cansancio se notaban en cada respiración de ambos jugadores. Gracias a ello se creó una atmósfera única en este deporte, que sale a relucir en partidos que tienen tintes heroicos y que el público parece estar soñando en la propia vida. Todo estaba más igualado que nunca, pero el luxemburgués cumplía al mantener su servicio y la presión pasaba al lado del español.
El primer momento crucial llegó en el décimo juego, en el que Nadal sacaba para seguir vivo en el torneo. Müller se mostró más agresivo de lo normal y casi sin querer se encontró con dos bolas de partido. Al igual que hacen los mejores jugadores, el número dos sacó sus mejores servicios para empezar a levantar al público mientras enseñaba su brazo y se animaba recordando a ese jugador que consiguió ganar dos Wimbledon. Los dos jugadores de repente empezaban a sufrir con su servicio y llegaban las bolas de break para Rafa, pero el servicio de su rival le hacía perder todas las esperanzas de ponerse a tan sólo un juego de una victoria más que épica.

De nuevo llegarían dos match points para Müller, pero esta vez Rafa aguantó, llevó la iniciativa con su derecha y consiguió salvar dos nuevas bolas de partido que hacían vibrar al estadio. Para seguir convirtiendo el partido en especial, el sol reflejó en una parte del cristal del estadio que impedía a Rafa visualizar bien el campo a la hora de servir. La gente se levantó para dejar pañuelos y toallas que rápidamente eliminaron estos reflejos. La ola comenzó a ondear en el estadio, mientras que el juez de silla intentaba explicar que por favor continuaran tras el descanso. Al final Rafa volvía a encontrarse con dos nuevas bolas que esta vez sí, iban a poner fin a su aventura en esta edición de Wimbledon, tras una lucha de 28 juegos en el set definitivo.
Un caballero en las derrotas
Como un verdadero deportista se marchó Rafael Nadal tras perder. Nada más finalizar el encuentro fue al otro lado de la red para abrazar y felicitar a su contrincante. Mientras el luxemburgués celebraba la victoria con el público, Nadal esperaba al ganador para salir juntos de la pista. Tras guardar todos sus atuendos, Müller cogió el raquetero, momento en el que Rafa salía del estadio ovacionado por todos los espectadores por ser único en este deporte. Antes de coger la puerta de vestuarios, tuvo tiempo para firmar autógrafos a los más pequeños, tras cinco horas de partido y con una amarga derrota. Gracias Rafa por ser así y demostrar el verdadero ejemplo de cómo debe ser un deportista dentro de la pista y fuera, incluso cuando pierde. ¡Bravo Rafa Bravo!
